José Valencia &
Juan Requena
Sandaru. SFB El
Dorado, 21 de noviembre de 2019
Muchas ganas de escuchar a este cantaor en una sala pequeña
y en este formato de guitarra y cante. Lejos de esos espectáculos dónde queda
escondido atrás. Empezó el guitarrista Juan
Requena con una larga y bonita entrada por soleà y Valencia con muchos ayes para templar. La cosa empezaba bien. Valencia sabe que tiene una voz potente
y equilibrada, la única pega es que a veces se le olvida que no está atrás y
grita demasiado, pero se le puede perdonar. Cantó largo y arriesgando desde la
primera estrofa. Explicó que iba a hacer unas granainas que acabaría en
abandolaos, aun que suelen hacerse malagueñas con abandolaos Valencia quiere hacerlo con
granainas. De nuevo entrada preciosa de Requena, ya en el 2016 cuándo presentó
en esta misma sala su Arroyo de miel dejó
claro su calidad como guitarrista. Y entrada jonda de Valencia que está a gusto y se nota. Siguieron por tientos / tangos
para presentar unos cantes que le ha cedido Manuel de Paula que le está dirigiendo su nuevo proyecto Con jerarquía. Tientos antiguos que Valencia defiende con fuerza. Este
cantaor siempre ha apostado por el cante gitano y lo que conlleva de rigor y
esfuerzo. El público siempre respetuoso iba soltando expresiones de agrado que
salían del alma. Requena cincelaba
el sonido con rigor para no comerse ni un solo detalle del cante. Valencia palmeaba con gusto, no
pudiendo estarse quieto por la emoción que llevaba dentro.
De nuevo entrada
virtuosa de Requena, para seguir con
otro de los palos con más riesgo, unas tarantas que empieza con la letra de Una mañana de niebla (Niño de Medina) la noche iba de cantes
profundos y todos nos dejábamos llevar por esa jondura que se agradece en esta
sala. Propusieron un cambio de territorio yéndose para Cádiz, pero incluso las cantiñas que hizo iban a tener la fuerza que definía el concierto, volvía a
demostrar la pareja, por un lado su perfecta compenetración y por otro, la
apuesta por rebuscar en cualquier cante lo que le dé la originalidad que lo
hace grande. Y pasó a la seguiriya, estaba claro que la voz estaba caliente
para cualquier desafío. Trago de agua compartido (hasta en eso estaban
unidos) y adelante, tensión en los
acordes de Requena, fuerza y
seguridad en las pulsaciones, y brillo en los caracoleos. Y Valencia entra con toda la negrura que
merece este cante. Valencia
arrastraba el tiempo sin compasión, seguro de que Requena se acoplaba como fiel escudero y no le iba a fallar en
ningún momento, eso le permitía arrastrar y sufrir en cada copla según su
propia respiración se lo pedía. Y llegaron las bulerías, hasta el público
necesitaba descansar de tanta tensión ¡no es bueno abusar de jondura! Pero como
era de esperar después de acordarse de su Sevilla
querida, enseguida se va a letras más propias de solea que de bulerías, le podía la tragedia. Incluso
para los bises, que los hubo, nada de fiesta jerezana, ni mucho menos, se fue
adelante sin micro y se metió con unos martinetes de los que te dejan más
sobrecogido de los que ya estabas. Cante gitano de muchos quilates. Una noche
de las que se recuerdan. Fotografías: Joan Cortès Benages
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